Hoy voy a pedirme postre. Un
delicioso coulant de chocolate. Se me
hace la boca agua solo con pensar en él. Llega el postre. Lo miro y me deleito.
Cojo la cuchara, combino un pedazito de chocolate caliente con helado de
vainilla y me lo meto en la boca. Hoy me he pedido postre porque es sábado por
la noche, estoy de vacaciones, en un buen restaurante, acompañada de mi pareja,
y me salto la dieta. Hago una excepción.
“¿Dieta?” Me dicen algunos. “Pero
si estás delgada. A ti no te hace falta." Por lo visto, una solo debe hacer
dieta cuando tiene sobrepeso. Como estoy en mi peso ideal, ya no es necesario
que cuide mi alimentación. Debo despreocuparme de lo que coma. Según algunos
debería comerme un postre siempre que me apeteciera y no mirar calorías.
Pues no, señores. No pienso hacer
eso. Sé que no soy perfecta. Sé que nunca voy a tener el cuerpo de una modelo.
Pero me gusta cuidarme. Parece que ahora una debe aceptarse tal y como es, con todos
sus defectos. Y, encima, los tiene que mostrar, en un alarde de presunción que
no comprendo.
A esa chica gordita del bañador
verde que circula por la red desde hace unos meses, le diría que aparte de
aceptarse (que está muy bien) que también intentara cambiar. Le han aconsejado
que no tape sus defectos, que muestre sin complejos su barriga gorda, su
celulitis, sus estrías y su flacidez. Yo la invito a que use pareos en la
playa, a que utilice los brazos para tapar su barriga cuando está sentada y a
que no se ponga shorts que muestren
su celulitis. Se sentirá mucho más cómoda y, además, no nos engañemos; no es
bonito, no es agradable y, por encima de todo, no son síntomas de buena salud.
Algunos me contestaréis que la delgadez extrema tampoco es bella ni sana. Por
supuesto, tampoco lo es.
También hablaría con los padres
de la chica del bañador verde y les recriminaría el tipo de alimentación que
deben haberle dado para que con dieciséis años tenga sobrepeso y celulitis.
Hablaría con ella y le diría que no tiene que ser perfecta, que no tiene que
seguir los cánones de belleza establecidos y, por supuesto, que ni siquiera lo
intente, porque nunca lo va a conseguir. Pero también le diría que empezara a
cuidarse, que hiciera deporte, que comiera sano y que se comprara una crema anticelulítica.
Y, sobre todo, le diría que tiene derecho a tener complejos, a cambiar y a
querer ser mejor.
Creo que es nuestro deber mostrar
la mejor imagen de nosotros mismos. Debemos aceptarnos (y os lo dice alguien
que durante años dejó de ir a la playa debido a sus complejos). Ahora eso ya
está superado. Sé que no pudo ser perfecta ni pretendo serlo. Pero me siento
con la obligación de cuidar mi imagen y parecerme a lo que me gustaría ser. Disfruto
de ese camino hacia la perfección inalcanzable. Disfruto comiendo sano y
haciendo deporte. Y me parece que la idea que nos venden actualmente de que nos
aceptemos tal y como somos no es la acertada. No puedo disfrutar de la dejadez,
la fealdad, la mala alimentación y la obesidad. Me seguiré cuidando y haré
excepciones durante los momentos especiales para seguir disfrutando de un buen coulant de chocolate.
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