- Vamos, señora, hoy tampoco podrá venir a verla a
su hija, pero luego la llamaremos por teléfono.
Una mujer, que era solo ojos, se
acerca hasta la anciana. La coge con sus manos azules y caminando a su lado la
acerca hasta el salón donde hay otros ancianos como ella. Se queda allí
sentada.
Al rato vuelve la mujer de los
ojos. Le pasa el teléfono. La anciana sonríe.