domingo, 29 de marzo de 2015

¿QUÉ SE PUEDE HACER?

Primero, te paraliza la noticia. Piensas en la horrible fatalidad que ha llevado a 150 personas a morir. ¿Qué pudo haber fallado? Piensas en cómo es posible que Dios permita que ocurran cosas así. Y, si el impacto no era suficiente, luego te enteras de que una persona ha decidido que esta tragedia ocurra. Ha sido una persona la que se ha quitado la vida y se ha llevado consigo las vidas del resto de pasajeros y tripulación.

Ya he leído las primeras declaraciones que explican que era un chico normal. Tantos pensamientos se cruzan por mi mente ahora mismo. Me pregunto si cualquiera de nosotros, en algún momento depresivo (que todos hemos tenido), habríamos sido capaces de hacer algo así. Me pregunto, si lo tenía planeado. Me pregunto, si realmente era consciente de lo que iba a hacer. Fue una matanza, pero una matanza impersonal. Sin mirar a los ojos a sus víctimas, sin agresividad, sin emplear fuerza, sin realizar ningún esfuerzo. Simplemente, accionando los mecanismos correspondientes de un aparato.

¿Qué se puede hacer para que algo así no vuelva a ocurrir? ¿Cómo impedir que gente de la que dependemos decida hacernos daño? El control médico no me parece suficiente. Solo creo que podremos acabar con este tipo de actos cuando conozcamos más a fondo el funcionamiento de la mente humana. Creo que lo único que se puede hacer es dedicar más tiempo y recursos a la investigación de enfermedades mentales. Solo conociendo más sobre nuestra mente, podremos evitar que ocurran estas cosas. 

viernes, 27 de marzo de 2015

¿TE MERECES SER MADRE?

La niña le cedió el asiento del metro a su hermana pequeña. Ella se quedó de pie. No tendría más de siete años. Su hermana pequeña debía tener unos cinco años. Los labios de su madre dibujaban una curva de tristeza, su tono de voz era agrio, sus movimientos bruscos.  
— ¡Siéntate! ¡Te he dicho que te sientes! —le gritó a su hija mayor.
La menor de las niñas se arrimó hasta la barandilla.
—¿Prefieres sentarte aquí o al lado de la barandilla?
La hermana mayor se sienta entre su madre y su hermana. Las hermanas se abrazan. Su madre sigue con la misma cara. Las niñas empiezan a jugar. Es un juego de adivinanzas. Me cruzo por un instante con la mirada de fastidio de la madre y me siento intimidada. La mayor de las niñas tiene unas mejillas sonrosadas y una carita alegre, enmarcada con un turbante de flores de colores. La madre busca con movimientos rápidos algo entre su bolso. La menor de sus hijas parece una princesita, mirando hacia arriba, pensativa, intentando adivinar el personaje que le describe su hermana. “Dame una pista”, le ruega a su hermana mayor.
—Os estáis portando muy mal. No paráis. Estaros quitas. En cuanto lleguemos a casa, tú a la habitación, y tú te que quedarás abajo. Lleváis todo el día portándoos mal. ¡Qué ganas tengo de que volváis a ir al colegio! ¡Ya está bien! Voy a sentarme en el medio porque no paráis.
Las niñas, que no habían hecho más que jugar a las adivinanzas, están  ahora llorando. Cada una a un lado de su madre. La madre sigue con su sonrisa al revés. Yo no puedo tener hijos. Nuestras miradas se cruzan de nuevo. Ella intuye lo que pienso y me mira amenazante. Quiero gritarle que no se merece tener hijas. Saca el móvil del bolsillo. Tiene una notificación en Facebook. Una de sus mejores amigas ha comentado una foto de sus hijas: “¡Qué niñas más encantadoras tienes!” Empieza a teclear con sus pulgares: “¡Sí, son maravillosas! ¡Lo mejor que tengo en la vida!”

miércoles, 25 de marzo de 2015

TIEMPO DE ESPERA

Después de mucho tiempo escribiendo mi libro, ahora empieza la nueva fase; intentar publicarlo. El proceso ha comenzado: he empezado a ponerme en contacto con las primeras editoriales. Muy pocas me han contestado. Una me contestó para decirme que ya tienen planificadas las nuevas publicaciones hasta mediados del año que viene. Pero, (¡sorpresa!) ha llegado un email que me ha llenado de ilusión. Una editorial me ha contestado que está dispuesta a estudiar mi propuesta. Me hace verdaderamente feliz que, al menos, alguien se interese por lo que me ha costado tanto esfuerzo en crear. Espero que, sea cual sea el resultado, disfruten de la lectura. Y, ahora, a esperar la respuesta. Me han dicho que pueden tardar hasta diez meses en decirme algo. Mientras tanto, no me quedaré con los brazos cruzados, lo seguiré enviando a otras editoriales y, por supuesto, siempre seguiré escribiendo.