A muchos nos gustaría viajar en el tiempo. La fotografía es
una forma de hacerlo. No puedo coger una máquina del tiempo y trasladarme cien
años atrás, pero puedo observar fotografías, concentrarme en ellas e imaginar
los colores, los movimientos y los olores que le faltan.
Hoy me han enseñado una fotografía de mi pueblo del año
1876. La gente se agrupa en torno a una ceremonia religiosa, donde se bendice
la campana de la iglesia. Se ven muchos niños en la foto. Es inevitable que se
me pase por la cabeza que toda esa gente ya está muerta y seguramente enterrada
en el cementerio municipal. Hace 139 años que alguien tomo esa foto, imposible que
quede alguien vivo.
Hace menos de dos semanas fui a visitar a mi familia al
pueblo. Estuve en esa misma plaza de la iglesia, en un evento importante al que
acudió muchísima gente. Me pregunto si alguien dentro de 139 años observa una
foto de ese día y se le remueven las mismas cosas que a mí. Seguramente, en la
foto de 1876 hay algún antepasado mío. ¿Habrá descendientes míos observando una
foto de mi presente? Sea como sea, algún día yo me iré, todas las personas que
yo conozco se irán, pero la vida seguirá y nuevas personas ocuparán los
espacios de los que nos fuimos.