martes, 28 de agosto de 2012

RESEÑA DE LA REGENTA


La Regenta fue publicada por primera vez en dos tomos en los años 1884 y 1885. La Regenta nos traslada hasta Vetusta, nombre ficticio de la ciudad de Oviedo, y nos presenta a su protagonista Ana Ozores.

Esta obra está centrada en el desarrollo personal de su protagonista. Los hechos que suceden en la novela pueden ser explicados en un párrafo, pero son las inquietudes del alma, las características de sus personajes y la representación de las grandezas y las bajezas humanas las que convierten esta historia en una obra de arte.

Ana Ozores quedó huérfana de madre al nacer, su padre estuvo ausente durante toda su vida y se crío al lado su aya y unas tías, hermanas de su padre, que la trataban con frialdad y aplicaban una estricta disciplina. Ana arrastraría esas carencias afectivas durante toda su vida.

Su madre había sido una bailarina italiana que había muerto al dar a luz. La sociedad vetutense, en especial sus tías, se alegraron del suceso ya que suponía una deshonra para la familia de don Carlos que se hubiese unido a ella.

Ana fue educada con rectitud y disciplina. El suceso de la barca de Trébol junto a su amigo Germán marcó el carácter de la Regenta. Había pasado la noche inocentemente en la barca junto a su amigo, eran solo dos niños. Pero su aya y sus tías tomaron este hecho como una falta gravísima, como una deshonra y una desvergüenza. Atribuían la actitud de Ana a la herencia recibida de su madre. Sin entender muy bien cuál había sido su pecado, este suceso enseñó a Ana una serie de pautas que marcarían su vida. Primero, la desaprobación de las relaciones sexuales que debían de ser algo pecaminoso. Segundo, la necesidad de fingir, la virtud de la hipocresía y de que nadie supiera ciertas cosas. Y por último, el sentimiento de culpabilidad por un hecho que ni siquiera había cometido y por el que había sido juzgada.

La casaron con Víctor Quintanar, un hombre mucho mayor que ella y al que solo podía ver como a un padre. Ella buscaba un ideal en su vida y un modo de vida auténtico, más allá de las superficialidades que la rodeaban, pero no sabía donde encontrarlo. Se siente perdida en Vetusta, los días pasan siempre igual y ella es incapaz de encontrar algo que la llene. Pero todo cambia cuando su confesor pasa a ser don Fermín de Pas. Se convierte en su confesor espiritual, en la única persona en toda Vetusta que la entiende. Pero no contaba con que él acabaría enamorándose.

Al lado del Magistral encuentra un refugio. Lo considera como un padre, un hermano espiritual. Sigue al pie de la letra sus consejos y se sumerge en un mar de beatería. Sin embargo, se da cuenta de que eso tampoco la llena. En resumen, sigue aburriéndose.

Los ataques de histeria se suceden. Con Fermín de Pas puede llenar una parte de su vida, tienen alguien con quien hablar, que la comprenda. Pero sigue sin obtener la satisfacción sexual que necesita.

Mientras tanto, Álvaro Mesía sigue su juego de acoso y derribo con la Regenta. Busca conquistarla, es la pieza más preciada para su colección; la inquebrantable Regenta. Don Álvaro es un don Juan en decadencia que necesita mejorar su autoestima conquistando a la mujer más inalcanzable de Vetusta.

En medio de este entramado de personajes se encuentra la Regenta, inocente, sin saber exactamente lo que quiere, pero sabiendo lo que no quiere: esa vida monótona y aburrida que le proporciona Vetusta. Junto a Fermín de Pas intenta encontrar consuelo en la religión, en los ritos de las beatas. Después de haber asistido al teatro en día de difuntos, y nada más y nada menos que para ver “Don Juan Tenorio”, la Regenta se siente obligada a favorecer a su amigo el Magistral y decide ofrecerse como voluntaria para salir durante la Semana Santa de nazarena. Después de esta procesión se produce un punto de inflexión en la obra. Ana se da cuenta que se ha sobrepasado, que no era necesario demostrar una beatería tan profunda. Se siente avergonzada por lo que ha hecho y lo considera una locura. A partir de ese momento se aleja un poco del Magistral.

Después, se da cuenta, de lo que todo el mundo sospechaba hacía tiempo, que don Fermín de Pas siente algo por ella. La Regenta aborrece esa idea, le repugna, no puede consentirla y se aleja de él para caer en los brazos de Álvaro Mesía. Cae después de un verano en los viveros, en contacto con la naturaleza, con una salud física y mental rebosante. Y cae después de saber que don Álvaro ha tenido una aventura con una ministra. Los celos son los que la empujan a actuar.

Durante un tiempo vive en pecado, engaña a su marido sin apenas remordimientos, es feliz y plenamente dichosa en los brazos de don Álvaro. Pero todo acaba descubriéndose con la intervención de su criada Petra. Ésta trama las cosas de tal manera para que don Víctor Quintanar descubra que su mejor amigo se está acostando con su mujer.

Víctor se siente con la obligación de defender su honor. Él, que siempre estaba leyendo libros de Calderón y Lope de Vega y creía que la honra de un hombre estaba por encima de todo, no puede menos que batirse en duelo con don Álvaro Mesía. Lo que tal vez nunca hubiera pensado es que iba a morir en el trance.

Es ahí cuando Ana Ozores se queda sola, con la única compañía de su fiel amigo Frígilis. La actitud más vergonzante de todos los personajes de la novela es la del aislamiento social al que condenan a la Regenta después de su caída. Parecía que lo sabían, que lo estaban esperando y deseando.

¿Qué es lo que quiere decirnos “Clarín” con esta obra?

Mi opinión

Es un ataque directo a la aristocracia y la alta burguesía de la España del siglo XIX. La ociosidad en la que viven les lleva a una vida aburrida y sin ambiciones en los que no tienen nada por lo que luchar. Me cuesta pensar que “Clarín” esté a favor de la Regenta, para mí no es más que otro personaje de la fauna vetutense. Lo único que creo que Alas podía defender es esa búsqueda de algo más que lleva a cabo la protagonista de forma infructuosa.

De hecho, yo estoy más a favor del resto de los personaje que de la propia Regenta. Ella me parece inocente e ignorante. No se da cuenta de lo que pasa a su alrededor. Cree que Álvaro Mesía está enamorado de ella, cuando él solo la ve como un trofeo codicioso. Es la última en darse cuenta que Fermín de Pas está enamorado de ella.

Los demás personajes están adaptados a la sociedad en la que viven e intentan sacar lo mejor de ella, se colocan la careta de la hipocresía, pero por detrás cada uno intenta encontrar un sentido a su vida que le llene. Claro que son mezquinos, ignorantes, superficiales, egoístas, hipócritas, envidiosos, pero se han adaptado al medio. No son más que una representación de las bajezas humanas; de las bajezas humanas de cualquiera de nosotros.

¿Qué es lo que busca? ¿Qué es lo que quiere la Regenta? Yo no lo sé, pero creo que ella tampoco. Es una romántica empedernida, que debe cree que la vida es una sucesión de aventuras y que cualquier cosa que no sea eso no es digno de llamarse vida.

Según hemos leído en clases, la filosofía de la obra está basada en las teorías de Schopenhauer en que la vida podían ser dos extremos: tedio y dolor. Lo puedo entender desde el punto de vista de quien ama; sufre. Evidentemente si no amas nada no tienes nada que perder, y amar siempre te vuelve vulnerable. ¿Pero el otro extremo es el tedio? Es decir, ¿quien decide tener una vida sin grandes amores ni turbaciones está abocado al tedio?

¿Por qué tengo que creer que el autor está de parte de la Regenta? ¿Acaso no se comporta ella como una hipócrita durante el tiempo que está engañando a su marido, no está integrada dentro de esa sociedad tan falsa que crítica la novela? La Regenta es una más en esa jauría de Vetusta que es extrapolable a la humanidad.

Finales del siglo XIX, Vetusta. Este libro es un clásico porque representa la fauna humana. Envidias, celos, odios, venganzas, pasiones ocultas y prohibidas… Pero yo no sitúo a la Regenta por encima de los demás personajes. Es un personaje igual de rastrero que los demás, muerto de aburrimiento por culpa de la ociosidad de la clase alta.

La Regenta es demasiado sensible a las críticas. A los personajes de Vetusta se les puede acusar de chismorreo y de criticar cualquier acción que ella toma. Pero eso es algo que ella tiene que asumir en la sociedad en la que vive. Tiene dos opciones o adaptarse o hacer caso omiso a las críticas de los demás y vivir su vida como mejor le convenga.

miércoles, 22 de agosto de 2012

DECEPCIONADA CON LAS EDICIONES ELECTRÓNICAS


Hace dos días recibí mi Kindle, desenvolví el paquete con ilusión y empecé a toquetearlo hasta conseguir saber como funcionaba. Lo primero que hice fue buscar los libros gratuitos. La primera sorpresa es que muchos de los comentarios se quejaban de los mal editados que estaban. Finalmente, elegí el de Historia de dos ciudades de Charles Dickens, porque había cinco comentarios que aseguraban que era una buena edición. ¡Qué decepción! No sé de dónde habrán salido esos cinco comentarios, pero había tantas faltas que me daba hasta vergüenza de leer.

Pero, ¿a qué se debe esto? La verdad es que me resulta difícil de comprender. Si yo quisiera editar un libro gratuitamente y ponerlo al alcance de otras personas, cogería el libro original, posiblemente lo escanearía y a partir de ahí arreglaría el formato hasta que quedara una edición decente. ¿Cómo es posible que haya errores?

Tal vez, estas malas ediciones siguieron otro método, trascribir la edición en papel. Entonces, sí, puede que haya errores de digitalización. Pero, ¿es que nadie revisa estos escritos? Y si no es así, ¿por qué no facilitan la forma de que el usuario pueda ayudar a mejorar las ediciones?

He intentado bajarme otros libros, pero he visto que los comentarios de la mayoría de ediciones gratuitas se quejan de lo mismo. De momento, opto solo por bajarme ediciones fiables del Cervantes Virtual, pero el primer impulso que he sentido es el de devolver el libro electrónico y volver a los libros añosos de la biblioteca.

Le daré una oportunidad, la verdad es que el formato sí es cómodo. El hecho de leer en el libro electrónico me gusta, es muy ligero, fácil de utilizar, te permite subrayar contenido y compartirlo con otros usuarios. Además, mantiene un enlace constante con el diccionario y con solo colocar el curso delante de la palabra te lleva hasta su definición. Muy útil, el único fallo son las ediciones.

Ya me gustaría a mí saber quiénes son los que se encargan de destrozar los clásicos de esa manera… ¡Qué no se crucen en mi camino!

viernes, 17 de agosto de 2012

VIVIR LA VIDA


El otro día presumí delante de un amigo del número de libros leídos este año. Su respuesta fue “Y, ¿no prefieres vivir la vida?”


- Yo ya vivo la vida.
- No la vives, la lees.

Y esto me llevo a reflexionar ¿qué significa vivir la vida? Leer es vivir, la cantidad de conocimientos y experiencias que atesoro con la lectura no me las podrían dar ni mil vidas “vividas”. ¿Qué hay de malo en preferir quedarse en casa leyendo a “salir a vivir la vida”?

Yo saldría… si supiera que me van a ocurrir cosas emocionantes como a los personajes de mis novelas, si fuera a conocer a alguien misterioso, si acabara rodeada de seres extraños de otro planeta, si descubriera que soy nieta de una marquesa, si encontrara un mapa con las pistas de un tesoro… Pero salir (especialmente, salir por la noche) para encontrarme con el típico tío borracho que me habla al oído porque la música está muy alta, la gorda que me da empujones y la camarera guapa que atiende siempre a los chicos antes que a las chicas, para eso, prefiero quedarme en casa leyendo (y viviendo) experiencias más gratificantes. 

sábado, 4 de agosto de 2012

LAS TARDES EN LA UNIVERSIDAD


En las pelis estadounidenses el ir a la universidad va asociado a pertenecer a una hermandad, novatadas a los de primer curso, jugar a fútbol americano y graduarse con togas y birretes. Mi experiencia universitaria es totalmente diferente.

Cuando me matriculé en Filología Hispánica con 29 años pensé que iba a hacer el ridículo junto a los jovencitos salidos de instituto. Fui el primer día de clase con la vergüenza de parecer la madre de todos. Me senté en la cuarta fila, miré a mi  alrededor. Me tranquilicé cuando vi que la chica que tenía delante debía de tener más o menos mi edad. Al menos no sería la única. Creí que la profesora era una señora de unos cincuenta años con el pelo corto y echado hacia atrás, que entró en el aula y se ajustaba la solapa de la gabardina a su garganta. La seguí con la mirada y me sorprendí cuando en lugar de dirigirse hacia la mesa de la tarima, se sentó en uno de los pupitres, justo detrás de mí.

Por la mañana estudian los niños salidos de instituto, los que después de su examen de selectividad (o como se le llame ahora) tomaron la decisión de estudiar humanidades. Por las tardes, todavía se cuela alguno de ellos, pero los que mandamos somos nosotros, con nuestros añitos (que pueden ir desde los veinticinco a los cincuenta ¡o más!), con una carrera a las espaldas, con un trabajo del que acabamos de salir hace tan solo un rato y sin ninguna obligación de estar allí. O sí. La obligación que nos hemos puesto a nosotros mismos de aprender más, de saber más. No es una obligación impuesta desde fuera, más bien, es una necesidad que nace de dentro.