¿Por qué nos duele la muerte de
alguien que no conocemos? La noticia ayer de que Aless Lequio había muerto creo
que nos dolió un poco a todos los españoles. Hay un motivo fundamental para
sentir la tragedia de su muerte, y es que solo tenía 27 años. Si la muerte de
por sí ya es un misterio, un tabú, dolorosa incluso cuando le llega a alguien
anciano, cuando se trata de alguien tan joven es tan incomprensible, atroz y
lamentable que no hay consuelo ni explicación posible.
Nunca habíamos tratado con Aless
Lequio, pero todos recordamos a ese niñito rubio con el pelo rizado, travieso,
mordiendo los micrófonos y escondiéndose detrás de su madre. Además, a raíz de
su enfermedad, lo hemos llegado a conocer un poco más, y parecía un joven tan
fuerte, sensato y valiente. Una de esas personas de las que solo puedes pensar:
“¡Qué buen tío parece!”
Y después está su madre, a quien
tampoco conocemos personalmente, pero parece que forma parte de la familia. En
la imagen mental que tengo de ella siempre está sonriendo. Una mujer tan
alegre, tan divertida… Con las anécdotas que todos conocemos; su participación
en El Equipo A, sus noches de
campanadas, sus amoríos, la serie de Ana
y los 7, la paella que le preparó a Steven Spielberg, las duchas con las
que terminaba el programa de ¿Qué
apostamos?
Creo que precisamente por todo
eso la tragedia se hace más grande. Ella, que siempre ha parecido tan feliz. Un
niño bonito, que se ha criado con todo el amor de sus padres, que ha tenido
muchas posibilidades en esta vida; buen estudiante, trabajador y atractivo. Una
de esas personas que parece que lo tengan todo en esta vida y a las que parece
que todo les va a ir bien. Sin embargo, llega la maldita enfermedad, el maldito
cáncer. A pesar de todos los esfuerzos y de todas las posibilidades de cura a
las que se somete, a pesar de ganarle pequeñas batallas, al final la enfermedad
vence y nada se puede hacer. Es la tragedia personificada, el chico que todo lo
tenía para ser feliz y cuya vida se ve truncada por el maldito destino.
Deberíamos tener la obligación de
aprender algo de estas tragedias que vamos escuchando a lo largo de nuestra
vida. Tragedias que no nos tocan de cerca, pero que nos llegan al corazón
porque entendemos magnitud de las mismas. Nunca le estaremos lo suficientemente
agradecidos a la vida por todo lo que nos da. Damos muchas cosas por hecho y no
todo el mundo tiene la misma suerte. ¿Tenemos más de 27 años? Ya tenemos la
suerte que muchos nunca tendrán.
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